Historia de nuestros antepasados, (todo lo que ocurrió desde los años 1200 hasta cerca del 1800 aproximadamente):
Desconocemos el significado del nombre de "Quijas", pero en un libro publicado en el siglo XVIII, concretamente en el año 1743, se escribe que viene a significar "escajos", pues textualmente se dice que: "Quizás (...) que con el vocablo común de aquel país (Cantabria) suelen llamar escajos, cuya abundante multitud de puntas apenas se permiten al tacto". La primera mención escrita alusiva a Quijas data de la primera mitad del siglo XIII y procede de una escritura de 27 de abril del año 1236 en el que aparece como testigo un tal Gautier Pérez de "Queijas" (...) fijodalgo de Camesa". Muy próximo a ésta en el tiempo es otra alusión al poblamiento de Quijas pues en un documento de 25 de septiembre de 1250 se dice que a la toma de posesión de ciertos bienes en Barcenaciones estuvieron presentes como testigos, entre otros, vecinos de "Caiyas", es decir, Quijas, lo que sin duda evidencia que dicho lugar estaba poblado. Lo dicho hasta ahora respecto del poblamieto parece confirmarse definitivamente a través del Libro de las Merindades de Castilla realizado el año 1352, ocasión esta que los pobladores de Quijas declara estar ya organizados para su autogobierno e, incluso, nos dan noticias de la estructura del poblamiento, que era poli nuclear, pues manifiestan que son dos barios denominados Quijas y Miravalles, pero que "son un pueblo e un conçeio". A través de esta misma fuente documental sabemos también que era lugar de behetría y que por tanto eran libres de tomar o no por señor a quien quisieren: "Toman qual señor quieren e an por naturales los Calderones e los otros señores de la tierra" En aquel tiempo estaban bajo la protección de un poderoso personaje, Gutiérrez Fernández de Vivero a quien daban anualmente cada labrador tres maravedís "para carne", así como el nuncio y la mañería, es decir, los bienes de los difuntos sin herederos directos. A un hijo del citado Gutiérrez Fernández de Vivero y de su mujer Sancha González, llamado Juan Gutiérrez Fernández de Vivero lo vemos a través de una escritura otorgada el 17 de febrero de 1392 vendiendo, precisamente, los bienes que tenían en "Caygas" (Quijas) a otro poderoso señor llamado Garci Sánchez de Bustamante, hijo éste de otro de su mismo nombre. Sin embargo, las fuentes documentales que se conservan son tardías en relación a las que hemos estudiado respecto a otros lugares del municipio sin que nos permitan conocer datos precisos acerca del proceso de la configuración del poblamiento. Sabemos, eso sí, de su mucha antigüedad por el hecho mismo de ser un poblamiento de altura, es decir, que guarda las características, por su ubicación, propias de los cántabros prerromanos. No obstante, la ausencia de fuentes documentales relativas a la alta Edad Media podemos asegurar la existencia de un poblamiento en época tan temprana a través de los hallazgos arqueológicos que han evidenciado la existencia de una necrópolis en Quijas, cuya ubicación cronológica es imprecisa, pero que sin duda debió corresponder al cementerio de aquel poblamiento alto medieval. En efecto, ya en el último cuarto del siglo XIX escribía Amós de Escalante que "desde Quijas al río, un bosque soberbio, un despeñadero vestido de apretados y robustos árboles, cuyos misterios vigila en lo alto una atalaya". ¿A qué "misterios" se refería? Tal vez esta frase no sea más que una exquisita intuición de su autor, pero una intuición sorprendente, pues no muy lejanas investigaciones han recogido la constatación de que en el lugar denominado Cuevalínea, eucaliptal situado en las proximidades del caserío de Vizmorro, emplazado como a un kilómetro al sureste del pueblo, aparecieron hace bastantes años tumbas de lajas con restos humanos en su interior. La condición de hombres de behetría, es decir, de hombres libres, de los vecinos de Quijas, de nuevo se pondrá de manifiesto en un interrogatorio realizado el año 1404 en el que en nombre del concejo de "Quizás e Miravalles" declararon Pero Melga, Gonzalo de Castañera y Fernando de Mier, diciendo que era behetría "e que vivían con los señores que querían" dándole al citado señor que fuese lo que con él acordasen, "como se avenían" en concepto de infurción. Volviendo al citado Juan Sánchez de Bustamante, que aparecía en 1392 como testigo, nuevamente lo encontramos en año de 1403 como Alcalde del valle de Reocín puesto o consentido por el esposo de Leonor de la Vega, el Almirante de Castilla don Diego Hurtado de Mendoza, y ese mismo año comparecía ante el Corregidor real solicitando que diese comisión a un escribano para que hiciese averiguación de los bienes de herencia que le corresponden en Cigüenza, Toñanes y Novales; su hijo Garci Sánchez de Bustamante, natural asimismo de Quijas, pide en 1410 autorización para hacer una escritura de mayorazgo y al año siguiente, en 1411, de nuevo solicita averiguación legal de los bienes que le correspondían en los valles de Reocín, Cabezón y Alfoz de Lloredo, lo que nos viene a informar de que era un linaje este de los Bustamante a juzgar por la cuantía y extensión de su patrimonio. Expresión del poder de los linajes locales, pero también manifestación clara de una sociedad convulsa, fue la existencia de torres medievales almenadas, de planta cuadrada y carácter defensivo, que jalonaron el territorio de Quijas en época medieval. Hasta nosotros han llegado enhiestas cuatro torres medievales en el pueblo, una en la Aldea (hoy transformada, que perteneció a los Calderones), otra en Agüera que perteneció a los Agüera, y la de Vinueva y la que se encuentra junto al Saja en el conjunto urbano formado por la vieja casa de los Bustamante. Un sangriento episodio ocurrido en Quijas el año 1415 es la constatación, ciertamente, de aquella sociedad convulsa y de las luchas banderizas o entre linajes que salpicaron aquel tiempo. En efecto, ese año de 1415 Quijas fue el escenario de la "guerra" habida entre los Cevallos y los Guerra. Los Guerras ayudaban a los Cevallos de Cianca, Diego González de Cevallos "el de Cianca" y sus primos Juan Díaz, "el nieto de Cevallos", y Diego González el Blanco de Cevallos, que eran todos primos, hijos de hermanos, siendo la causa de que unos eran partidarios de continuar siendo jurisdicción del rey y los otros ser jurisdicción señorial, pues si unos defendían la autoridad del Corregidor real otros defendían al Corregidor puesto por la Casa de la Vega, el autor del códice del siglo XV "Bienandanzas e Fortunas" nos relata los hechos en los siguientes términos: "e pelearon en Quijas sobre dos Corregidores que cada uno traía el suyo, e fueron vençidos los de Cianca, e morió allí Dielgo González el de Cevallos e de Cianca, e muchos de los suyos, es morió Garci Guerra, fijo de Garci Sánchez Guerra, seyendo vençedor que lo mató un clérigo, hermano de leche deste Diego González, veyendolo matar, metiéndose en medio de todos". También Quijas sería el escenario de otra de las manifestacions de la violencia de la época, esta vez representada por el rapto a una mujer al a que desde Cerrazo diez hombres llevaron hasta una torre de Quijas en la que uno de ellos, un tal Juan Alvarez, hijo de Diego Alvarez y hermano de una tal García violó; lo que ocurrió según se declara el 11 de marzo de 1419 en la querella presentada por una tal Yllana, hija de Martín del Pomar, vecina de Viallán de Oreña, quien lo expresa en los siguientes términos: "E que la levaron hasta la torre de Quijas, e que se echara con ella el dicho Juan Alvarez e la corrompiera su virginidad". Uno de los linajes más poderosos, no solamente en Quijas, sino en todo el valle de Reocín e, incluso, en todas las Asturias de Santillana, fue el de los Sánchez de Bustamante, de quien tenemos noticias ya en Quijas al menos desde el siglo XIII y de manera bien documentada desde García de Bustamante que fue Caballero de la Banda, la cual recibión en el monasterio de las Huelgas el día de su institución por el rey Alfonso XI en el año 1330, casado con doña María Vélez Calderón fundó el primer mayorazgo y vínculo de la Casa de Bustamante en Quijas por facultad real concedida en la ciudad de Toro el 30 de diciembre de 1369 por la que el rey Enrique II autorizaba fundar dicho mayorazgo en Quijas en los siguientes términos: "... por façer bien e merced a vos Juan Sánchez de Bustamante, ayo del Conde don Tello, nuestro hermano, por muchos servicios que nos habeis fecho e façedes cada día e por quanto afan e trabajo habeis pasado por nuestro serviçio, por vos honrar y heredad...". Este documento nos da cuenta ya de la importancia de este personaje, natural de Quijas, pues claramente se expresa que a él se había confiado nada menos que la custodia, crianza y educación del Conde don Tello, es decir, del hijo legitimado del rey Alfonso XI, y hermano, tal como se dice, del rey Enrique II, de quien el Bustamante fue consejero. Pasados nueve años de haber recibido dicha facultad real, concretamente el 8 de junio de 1378, el citado Juan Sánchez de Bustamante hace escritura de fundación de mayorazgo de los bienes que poseía en Quijas, a favor de su hijo Juan: "Sepan quantos esta carta vieren como yo, Juan Sánchez de Bustamante, vasallo de nuestro señor el Rey, e fijo de Garci Sánchez de Bustamante, e yo María Vélez, fija de Ruy Sánchez Calderón, otorgamos e conocemos que por quanto vos Juan, nuestro fijo, sedes menor de edad, e otro sí sedes en nuestro poder, que vos emancipamos e tiramos de nuestro poder e autoridad e entendiendo el bien e la merced que nuestro señor el Rey nos fiço, e a vos el dicho Juan nuestro fijo, e quien dio poder a mi el dicho Juan Sánchez que diese y pusiese mis bienes muebles e raíces que yo gané en la su merced e tenía e fiçiese de ellos mayorazgo, como yo quisiere e la mi voluntad fuere, e por ende e por nuestra autoridad nos feçimos e façemos mayorazgo de la nuestra casa fuerte de Quizás, e de todo lo que a ella pertenece, con la ferrería e molino que están çerca della en el agua de Saja e con los palaçios e casas e çimientos que en el dicho solar a do está la ferrería tenemos fecho e cimentado...". El hecho de que nosotros incluyamos aquí la trascripción literal de tan largo párrafo se justifica por su alto valor en cuanto que es una fuente documental de primer orden, pues a través de ella se puede constatar de manera precisa no solamente la existencia en Quijas ya a mediados del siglo XIV de la torre que aún hoy se conserva junto al río, sino también un molino, lo que significa la existencia de una producción agrícola de grano panificable, y de una ferrería, es decir, un lugar de fabricación de armas y herramientas. Una manifestación más del poder local ejercido por este linaje son algunos de los símbolos que expresa su preeminencia social, tal se evidencia a través del derecho de preferencia en el lugar que ocupaba tanto en las iglesias, cuanto en las procesiones, como por ejemplo el derecho que tenían de sentarse en lugar destacado en la iglesia de Barcenaciones argumentando que dicha iglesia era patrimonial de su casa, o el hecho mismo de poseer capilla con su escudo en la iglesia parroquial, según conocemos a través del expediente de Santiago de 1657 de don Diego de Bustamante y Quijano. Fueron muchos y destacados los personajes salidos de esta casa de los Bustamante de Quijas, resultándonos prácticamente imposible mencionarlos a todos en un trabajo de esta naturaleza, pero no podemos dejar de hacer alusión al famoso Fray Bartolomé de Bustamante Herrera, jesuita, hijo del mayorazgo de la casa a fines del siglo XV don Pedro de Bustamante Varona y de su mujer Catalina de Bustamante Herrera, que además de al citado Fray Bartolomé tuvieron a Juan, a Diego, a Pedro, a Leonor, y a María. Nación Fray Bartolomé en la casa de Quijas en el año 1501 y marchó a estudiar a la Universidad de Alcalá de Henares, graduándose en las tres facultades de Artes, Cánones y Teología, llegando a ser buen poeta y latinista, demostrando tener grandes conocimientos y dotes para la Arquitectura. Fue cura de Caravana en el Arzobispado de Toledo donde trazó los planos y dirigió las obras de la iglesia. Desempeñó el cargo de Secretario de Cámara del Cardenal Tavera, que fue Regente del Reino, y uno de los forjadores del Imperio, Presidente del Consejo de Castilla con Carlos I, bajo cuya protección Bustamante realizó los planos e hizo construir el Hospital de San Juan Bautista, extramuros de Toledo, participando en cuantas obras y proyectos se realizaron en vida del Cardenal. Por su fecunda obra fue uno de los más conocidos arquitectos del Renacimiento español, hasta tal punto que el propio rey Felipe II le pidió su parecer sobre las obras de El Escorial. Fallecía este ilustre hijo de Quijas el día 21 de junio del año 1570 en el lugar de Trigueros (Huelva) en cuya iglesia parroquial yace enterrado. Precisamente encontramos en Quijas en el año 1542 al padre y a un hermano del Fray Bartolomé, los ya citados Pedro de Bustamante Varona y Pedro de Bustamante Herrera, venciendo con facultad real para ello, parte de los bienes del mayorazgo que la casa poseía en Novales y Cigüenza por cuantía de 150.000 maravedís a un acaudalado hombre de negocios y prestamista de Santillana llamado Rodrigo Fernández Velarde. El repetido nombre de Bartolomé que con frecuencia aparece entre los miembros de esta casa de Quijas (un sobrino del citado arquitecto, hijo del hermano de éste, Pedro, también se llamaba Bartolomé) quizá debamos ponerlo en relación a la existencia misma de una ermita medieval patrimonial de la casa que junto a ella había bajo la advocación precisamente de San Bartolomé, que fue reconstruida a comienzos del siglo XVIII y junto a la cual se celebraba romería el 24 de agosto, así como también una feria por la que según se dice ya en 1752, percibía la casa un año con otro 40 reales, pero el derecho de alcabalas por los intercambios efectuados en dicha feria, suscitó un pleito en 1760 entre el concejo de Quijas y los señores de la casa (Marqueses de Villatorre) pues el concejo pretendía tener aquellos derechos de recaudación. El lugar de Quijas fue desde la Edad Media el concejo más poblado de todo el ayuntamiento de Reocín y así se manifiesta claramente ya en el año 1447 con ocasión del repartimiento vecinal hecho en concepto de "moneda y pedido" demandado por el rey Juan II de Castilla para hacer frente a los gastos de defensa contra la invasión que planeaba el rey de Navarra, pues los concejos pagaban en función de los vecinos y mientras, por ejemplo, las cantidades asignadas a pagar a Villapresente fueron la de 345 maravedís, al concejo de Quijas le correspondió pagar 1.117. De nuevo en 1588 Quijas aparece como el lugar más poblado del ayuntamiento con 70 vecinos frente a los 38 de Puente San Miguel, los 43 de Barcenaciones, los 45 de Helguera o los 46 de Villapresente; como lugar más poblado del municipio continuará a lo largo de los siglos XVI-XIX, presentando en 1633 el número de 138 vecinos, en 1753 el de 105 y en 1823 el de 110; siendo el número de habitantes de 1787 un total de 267 de los cuales 107 eran solteros, 120 casados y 40 viudos, y en 1845 tenía 358 habitantes que vivían en 90 casas. Del mismo modo que ocurría en los demás concejos del valle, los habitantes de Quijas eran mayoritariamente, casi en su totalidad hidalgos. En el padrón de 1588 se registran ya como tales 67 de los 70 vecinos, cuyos apellidos corresponden -además del ya citado de los Bustamante- a los de Meníndez, García, Gómez, Pérez, Iglesia, Mier, González, Pérez de Agüera, Martínez, Agüera, Fernández, Díaz, Muñóz, Gutiérrez y de La Pesa, entre otros. Precisamente ese año de 1588 se registra la estancia en Laredo de cinco hombre de Quijas y aunque no se especifica por qué, seguramente estaban en el servicio de armas con ocasión de la formación de las expediciones militares navales que en aquella villa portuaria tenían lugar entonces por iniciativa de la Corona. El fenómeno de la emigración continuaría en Quijas a lo largo de toda la Época Moderna alcanzando a todas la familias, incluso a las más pudientes, pues "ausente" estaba en 1633 Juan de Bustamante, de la casa solariega de su apellido, hermano del mayorazgo, constatándose el hecho de la ausencia del pueblo también de un tal Juan Martínez "ausente ha muchos años" y de un tal Sebastián de Mier. Aquella emigración alcanzaría cifras dramáticas a mediados del siglo XVIII, conociendo nosotros cómo en el año 1753 sufría el pueblo la ausencia nada menos que de 41 varones en edad activa, sabiendo que sus destinos fueron preferentemente Andalucía (20 de ellos), Segovia 4, Palencia 1, Madrid 2 y 3 en Santander, y 9 de ellos en las lejanas tierras de "Indias", entre los que se encontraban un hijo de Beatriz Díaz de Bustamante, otro hijo de Francisco González Higareda, los tres hijos de una viuda llamada María Ana Díaz y el hijo de otra viuda llamada María García, así como don Domingo García Calderón, Santos de Mesones Mantilla, casado con Ana de Agüera, y Urban Meléndez Velarde, y en Indias seguramente estaba Francisco de Herrán de quien su mujer Maria Díaz declara: "que hace veintisiete años que se halla ausente y no se donde, ni si es vivo o muerto". Tal como decíamos, los efectos de la emigración en ´Quijas fueron dramáticos, no solamente por la pérdida de contingente de hombres en edad activa, sino también por los nocivos efectos de desestructuración familiar que tuvo, dándose el caso de abandonar todos sus miembros la casa natal dejándola bajo la administración de un casero, como es el caso paradigmático que declara un tal Carlos Sánchez, quien dice que era casero hacía tres años de los García Calederón de quienes declara que José García Calderón era cura en la Granja (Segovia) y su hermano don Pedro cura en Sonsoto y Tres Casas (Segovia) y el hermano de éstos don Miguel, que estaba casado, habiendo quedado su mujer en Quijas, ausente en Riofrío (Segovia) declarando que otro hermano de éstos, don Domingo García Calderón, estaba ausente en el reino de Indias. Otro caso de abandono del solar familiar para ausentarse a lejanas tierras dejando también sus bienes al cuidado de un casero es el de Urban Meléndez Velarde que a la sazón se encontraba en México. Un ejemplo más de desestructuración familiar nos lo presenta la citada vecina de Quijas, María Ana Díaz, que siendo viuda declara tener a tres hijos en Indias. El padrón de 1753 constituye también una fuente documental de extraordinario valor por cuando, si por un lado nos informa de la condición hidalga mayoritaria de los vecinos de Quijas, por otro lado nos ofrece también la realidad de que la mayoría de ellos eran labradores que según manifiestan, vivían de cultivar su hacienda, "sudor y trabajo", presentándonos también otras ocupaciones o profesiones como la de herrero, cantero, carpintero y la de "garrotero" así como el hecho de que cuatro de los vecinos habrían elegido la carrera de la milicia y otros cuatro la eclesiástica. Pero también los padrones nos informan de otros aspectos de enorme interés que reflejan comportamientos sexuales contrarios a la norma, tal se evidencia en el hecho de la existencia de natalidad ilegítima, constatándose que en Quijas a lo largo de la Época Moderna se dieron con frecuencia relaciones extra conyugales; en efecto, ya en el padrón del año 1588 se registra la existencia de hijos "bastardos" manifestándose tal realidad de manera mucho más diáfana a través del padrón del año 1633 en el que no solamente aparecen varios "bastardos", es decir, nacidos de una relación ilícita, sino que dicha fuente documental nos permite constatar incluso que aquel comportamiento alcanzaba a muchos, desde los más notables, pasando incluso por el propio cura del pueblo, pues en este padrón de comienzos del siglo XVII se manifiesta que una tal Dominga era hija de una viuda llamada María Díaz y de don Pedro de Bustamante, ya difunto para 1633, que "era casado el dicho don Pedro de Bustamante cuando la hubo, el cual era hijo de algo notorio, de casa y solar conocido de la casa de Bustamante de Quizás". Ese mismo año también se registra el hecho de que un hermano del citado Pedro de Bustamante, ya muerto también a la sazón, llamado Bartolomé de Bustamante, había tenido dos hijos naturales llamados Diego y María de Bustamante. Otro caso de relación extramatrimonial de hombre casado, también se refleja ese mismo año al registrarse un tal Domingo, hijo de María García, "viuda que dicen le hubo en Pedro Díaz de Agüera, hombre casado"; siendo también significativo el hecho de que el mismo cura del pueblo, don Toribio de Agüera, tuviese un hijo llamado Juan de Agüera, a quien en el padrón se refleja claramente como "hijo de clérigo". Aquel comportamiento sexual contrario a la norma era en gran parte consentido por el Alcalde del Valle de Reocín, al menos a mediados del siglo XVIII, tal se encontró por su sucesor en el cargo en 1762 quien lo acusa de no haber castigado los escándalos y pecados públicos como era su obligación: no lo hizo, sino que habiéndosele dado noticia por persona eclesiástica que en el lugar de Quijas de este valle, causando escándalo en él una mujer que en el habitaba y que había sido procesada por incontinente se hallaba prosiguiendo en dichos escándalos con la frecuencia de mozos, así de este valle como de fuera, en su casa". Otro posible ejemplo de natalidad ilegítima de fines del siglo XVIII es el abandono junto a los tornos de la ermita de San Roque una fría madrugada de diciembre del año 1796 de un niño, que fue bautizado el día 16 de dicho mes por el cura del pueblo don Sebastián Hidalgo de Caviedes, siendo padrinos de la criatura doña Manuela Meníndez Bustamante y don Miguel Briz Calderón, adoptándolo aquella, creciendo en el pueblo una corriente de piedad y simpatía hacia aquel crío que "iba creciendo entre gracias y donaires", sospechando todos -a juzgar por "la finura y el aquel del señorío" que mostraba el muchacho- que venía de gente noble. La citada doña Manuela no descuidó la educación de su ahijado, llamado Fernando, a quien procuró maestro y gentes doctas que le iniciaran en el latín y otras disciplinas, pues lo quería para el sacerdocio, pero aquel muchacho prefirió el camino de la milicia y marchó a México en el turbulento tiempo de las revueltas entre mexicanos y españoles. La vida misma del pueblo de Quijas se ve sorprendida en su cotidianeidad a través de un documento de mediados del siglo XVII, concretamente del año 1660, que es un pleito criminal habido en razón de haber salido a relucir las armas y produciose un desarío a causa de una disputa suscitada por la costumbre dirigida a la protección de animales y personas de "correr los lobos", en el cual un testigo nos describe los hechos: "...estando en el sitio que llaman del Aldea término de este concejo (Quijas) vio este testigo como dijo el dicho Francisco de Agüera al dicho Domingo Díaz, querellado, tratando de la corrida del lobo que se había hecho ayer veinte y ocho de este mes (noviembre) que pues no había querido ir a correr el lobo que bien podrá callar, y a esto el dicho Domingo Díaz dijo que el dicho Francisco de Agüera no podrá hablar en la plaza tan bien con él, y se quisieron embestir y la gente que allí estaba no les dejó y el dicho Domingo, querellado, vio este testigo fue derecho a su casa y trajo una espada desnuda y desafiaba a el dicho Francisco de Herrera, diciendo se saliese a campo y que no se metiese en casa...". Tal relato nos presenta a la gente del pueblo de Quijas hablando en la plaza y discutiendo sobre cosas cotidianas, pero también refleja la defensa a ultranza del "quien vale más", según podemos constatar a través de la frase, "no podrán hablar en la plaza tan bien como él". Esta plaza, sita en el barrio de la Aldea, sería el escenario también de otros incidentes ocurridos en 1757, concretamente un tres de julio, domingo, por la tarde, según relata un testigo en la causa iniciada por el Alcalde del Valle de Reocín don Fernando Velarde contra los alborotadores: "...que ayer domingo tres del corriente, por la tarde, hubo en el concejo de Quijas y sitio que llaman la Aldea del barrio dicho de Quijas, alboroto y quimera, contraviniendo el Auto de Buen Gobierno", lo cual fue causado por Valerio Gómez, Fernando Vela, José Marcos y Lorenzo Martínez, naturales y vecinos de Quijas. El testigo, llamado Domingo Gómez, también vecino de Quijas, declaró que "no bastó la autoridad de don Francisco Manuel Calderón, cura párroco", ni tampoco la del procurador del concejo Ventura Díaz de Castro. Los testigos están todos de acuerdo en que los hechos ocurrieron en el barrio de la Aldea del siguiente modo: "en él estaban diferentes mozas cantando y luego se levantaron del sitio con tal motivo el testigo se puso a cantar un romance y en el principio de él fueron diferentes mozas en bando a cantar en otro sitio a la frente y otras se quedaron donde estaba el testigo, y las que se mudaron interrumpían a dicho testigo en la prosecución del romance por estar ellas comenzando otro, y a la conclusión del romance que decía el testigo se movió ruido quimera y alboroto (...) y rompieron un pandero que tenían las mozas para su diversión...". Los acusados alegaron que no se les debía castigar por razón de los cánticos y bailes: " ...pues se ignora que cuasi de inmemorial tiempo a esta parte ha habido en dicho concejo dichos cánticos y bayles, y hasta ahora no se ha castigado a persona alguna por haber sido ilícitos y los mismo sucede en los demás lugares de este valle...". La acusación recaía sobre ellos por haber bailado y cantado "romances ilícitos" contraviniendo lo dispuesto en Auto de Buen Gobierno, pero como vemos podía más la costumbre y tradición que el temor a las posibles penas.